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miércoles, 29 de enero de 2014

Stickers!

Pues aquí tenemos el siguiente paso de éste, nuestro proyecto, recién salidas del horno:

Here you are, straight away from the oven:





lunes, 27 de enero de 2014

Fanzine 6: Anexo

Por problemas de espacio, decidimos incluir en la versión en papel de Art for Art's Shake #6 una versión resumida del texto de Carlos Alberto Rodríguez, pero como le prometimos, aquí está la versión íntegra:



Carlos Alberto Rodríguez (Dulzura anémica)
El hombre-máquina: Transhumanismo y la sociedad “digitalitaria” actual.

Los mitos son relatos donde interfieren unos seres extraordinarios o sobrenaturales, que se insertan dentro de la cosmovisión o sistema de creencias de una cultura determinada, sirviendo de instrumento para el establecimiento de una serie de valores y normas sociales.
La justificación mitológica requiere una intencionalidad de liberar al hombre de la imperfectibilidad que posee su naturaleza, trascendiendo a la misma, y crear una aspiración del individuo concreto hacia la idealización abstracta relatada en el mito.

En este sentido, el mito más vigente en la actualidad y que mayor implicación tiene sobre la naturaleza misma del ser humano, es el mito del “hombre-máquina”, del que se hablará a continuación.
La fusión del hombre y la máquina es un sueño ancestral del hombre, tanto como otros, como por ejemplo, que el hombre pueda volar o vivir debajo del mar. Pero, en el caso del mito del “hombre-máquina”, tenemos su máxima expresión en el Golem de la mitología judía, el cual, trataba de hacer realidad el sueño del hombre sobre la creación de un ser animado a partir de materia inanimada (a lo Frankstein).
Este mito tiene una vigencia total en la dictadura científica actual, donde el Golem tradicional ha sido sustituido en nuestro tiempo por el ser mitológico del “superhombre digital e hipertecnologizado” al que aspiró llegar el hombre moderno y que ahora, en la decadencia posmoderna, toma una forma ilimitada en su hiperrealidad.
Los dictadores-productores científicos que legitiman este mito, aplican social y culturalmente, a través de la manipulación masiva, la realidad del mismo.
Por ejemplo, uno de ellos es a través de la influencia masiva de los deportes en los medios de comunicación, como el caso de Pistorius (“atleta-biónico”) u otros deportistas que con el desarrollo de su potente físico desafían los límites biológicos del cuerpo humano.
Otro caso, sería la aparición de los “superhéroes” (Iron Man, Superman, Spiderman…) con cualidades sobrenaturales y extraordinarias que encarna, a través de una ficticia-realidad, el ideal del superhombre posmoderno.
Este hecho, legitima la aspiración de ir más allá de los límites de la naturaleza humana y crear/modificar/reprogramar (a través de la tecnología) humanamente la vida, sin la determinante intervención de la naturaleza.
Esto supondría, un cuestionamiento sobre si esa creación transmutaría la naturaleza humana en otro tipo de ente poshumano (¿artificialeza humana?).
Aquí llegamos a la palabra clave que versa sobre toda esta realidad (o ficción) humana: el transhumanismo.
Significa que a partir de la tecnología creada por el ser humano, éste, introduce elementos de la máquina para mejorar, experimentar o compensar pérdidas en su organismo, lo cual, implica que la fusión de la tecnología con el hombre conseguirá un aumento de capacidades físicas, intelectuales y psicológicas humanas.
Esto puede transformar la naturaleza humana conocida hasta ahora, y convertirse en otra cosa distinta, por lo que es necesario señalar dos implicaciones humanas a este hecho:
La aplicación tecnológica humana a la corporeidad biológica y a su parte espiritual.
En cuanto a la primera, podríamos preguntarnos si la implantación de prótesis en nuestro cuerpo físico nos podría proporcionar una calidad de vida o un funcionamiento biológico perfecto, en el que llegásemos al sueño dorado de todo ser humano, seres inmunes a la enfermedad e inmortales (realmente seríamos bio-robots perfectos).
Estas aplicaciones tecnológico-protésicas, afectaría directamente a la segunda dimensión (y la definitoria de lo humano) como es la espiritual.
Por ejemplo, la implantación de tecnológicas relacionadas con aspectos relativos a la ingeniera genética, clonación y patente de genes, implantación de chips o, inteligencia artificial, ¿Afectaría realmente a lo definitorio del ser humano: la consciencia/el espíritu?
En este contexto de imbricación del hombre con la máquina, existe una difuminación entre la línea que separa a uno de la otra, lo cual, genera que sea imprescindible relatar la diferencia cualitativa entre las dos entidades, respondiendo a la siguiente pregunta: ¿Dónde están los límites de la fusión del hombre con la tecnología?
Yo creo que la tecnología debe ser introducida al hombre en la medida que no sobrepase la barrera de lo ético, es decir, que este proceso de tecnologización del hombre no afecte a lo definitorio de su naturaleza, la consciencia.
La consciencia, es la encarnación del espíritu humano, y como tal, se nutre de un alma energético que trasciende lo meramente material, y que, además, se expresa a través de la impredecibilidad de sus emociones y sentimientos.
Eso plantea la diferencia cualitativa respecto a la máquina, ya que ésta, es fría y predecible, no tiene emociones, ni empatía, no tiene espíritu.
Pero, ¿Qué pasaría si se pudiera inocular un espíritu a una maquina o tal vez, si mediante una serie de algoritmos matemáticos se pudiera crear/simular emociones (ordenadores con tejido orgánico y neuronal)?
No lo sé, ahora mismo estamos en un punto crítico en el que debemos elegir (o ¿hemos elegido ya?) entre la racionalidad ilustrada en la máxima potencialidad de su expresión, es decir, tener la cosmovisión de un mundo en el que existe un todo medible/cuantificable a través de la razón (“mente-maquina” con diseño homogeneizado ) o ,quizás, elegir un mundo donde haya un predominio de los sentimientos y emociones que van más allá de lo meramente racional (“mente-humana” con consciencia creativa heterogeneizada).
La sociedad posmoderna actual, va encaminada hacia el racionalismo extremo, en la que en pro del progreso tecnológico, en su acepción ambivalente, se justificará idealmente para su implementación y aceptación social mayoritaria, como una liberación individual y colectiva plena del ser humano, donde la imperfección natural humana (límites biológicos, enfermedad y muerte) será cosa de los biohumanos. Pero desde mi punto de vista, esto conlleva una serie de implicaciones quizás no tan liberadoras como nos pueden parecer en un principio.
Para mí, en cuanto a la forma futurible de organización social de esta sociedad hipertecnologizada, se caracterizará como una dictadura “digitalitaria” neofeudal pos capitalista-material, en la que no habrá necesidad de implantar un “Estado-controlador”, si no que se generará una especie de “anarquismo ilustrado, racionalista e hipertecno-digitalizado” donde la norma social estará tan interiorizada subjetivamente (implantación de nanochips) en los individuos, que reproducirán en la voz de su (no) consciencia los patrones, modelos y creencias sociales/culturales que les son inducidas digitalmente, por la voz en off panóptica del Dios-elite supremo.
El control social se implementará por los mismos individuos integrantes de esa sociedad, a través de aspectos relacionados con la modificación biológica y reprogramación mental inducida, los cuales, generarán una homogeneización a nivel de pensamiento humano, eliminando cualquier disidencia “librepensadora” que esté fuera de la programación ideo-biológica de la élite hegemónica, así como la robotización del comportamiento relacional y social.
La desigualdad social por lo biológico/tecnológico, será la norma de exclusión sistemática, es decir, que se implantará un neodarwinismo en el que los individuos que no contienen ninguna “mejora tecnológica” serán inferiores a los que si lo tienen. Por lo tanto, dará lugar a la formación de dos nueva clases sociales antagónicas, en su sentido dialéctico, como son los individuos hipertecnologizados o tecnohumanos, los cuales, tendrán más ventajas sociales que los individuos humanizados o biohumanos, los cuales serán la nueva especie esclava y marginada, cuyo destino es la condena y ostracismo social.
Para concluir, esta es la sociedad que hemos construido. Un neofascismo sin espíritu humano, donde la única expresión de realidad humana nos la ofrece la adoración a los dioses bárbaros de la mitología científica (nanociencia, biotecnología, tecnologías de la información y comunicación, neurociencia, robótica e inteligencia artificial).
Ya hemos elegido, no hay vuelta atrás. Hemos prevalecido la idea de “perfección absoluta” de la cultura, rechazando frontalmente la “imperfección caótica” de la naturaleza.
¿No nos habremos equivocado en creernos Dioses superiores a la naturaleza? ¿Con qué derecho hemos transmutado lo dado por ella? ¿Al despojarnos de aquello que nos constituye, nos hemos convertido en seres-nada? ¿Será verdad que hemos firmado nuestra sentencia de muerte?
Sí, el ser humano ha muerto.

viernes, 24 de enero de 2014

Fanzine #6

Fe de erratas: 

En el texto titulado Phoenix (página 16), en la línea 17 dice "of burn in flames", cuando debería ser "of burning in flames".